Cómo la música de Hans Zimmer mejora Dune

Esta banda sonora es quizás el mayor logro de Hans Zimmer, ya que presenta sus composiciones más singulares y elaboradas.

Al salir de la sala, después de ver la adaptación de Dune de Denis Villeneuve, le llevará un tiempo recuperar el sentido: durante 2h30, la película se sumerge en una búsqueda espiritual en un entorno grandioso. Pero esto no se debe únicamente a la estética de la película: la música de Hans Zimmer juega un papel determinante en Dune y aún nos impregna mucho después del final de la película.

Las composiciones son parte integral de la narración. Es a la vez una de las mayores obras maestras del compositor, y lo que se confirma como seña de identidad de Denis Villeneuve en su puesta en escena.

Entre el exceso y la intimidad espiritual del misterio

En el contacto Premier de Villeneuve, la música ya era parte integral de la historia. Compuesta por Jóhann Jóhannsson, la Banda Sonora Original ayudó a crear una atmósfera que era a la vez masiva y extraña. La película narrando sobre todo una cuestión lingüística, la del encuentro y el intento de comunicación entre dos especies que no tienen casi nada en común, la música ocupa un lugar «físico» en las situaciones, expresando todo lo que no estaba verbalizado.

La adaptación de Dune también se basa en gran parte en lo no verbal. Mientras que la novela de Frank Herbert tiene varios cientos de páginas, la película de Villeneuve no es muy habladora. El director propone una película donde la poesía se ubica en el ambiente y las mesas, lo que hay que aprehender entre líneas. La música de Hans Zimmer tiene un lugar muy especial en esta puesta en escena: por sí sola cuenta todo un tramo de la historia.

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Primero caractericemos la música en cuestión: es vibrante, si no a veces tarareante. Los sonidos son a veces fuertes golpes, a veces sonidos muy prolongados, intercalados con momentos de calma compuestos por susurros y pequeños sonidos agudos. A esto se suman profundos cantos corales cercanos a las letanías chamánicas. El ambiente es muy oriental (en una dinámica que recuerda a la impulsada por Bear McCreary para Battlestar Galactica).

La sensación de sentir físicamente —corporalmente— la música es aún más poderosa que en Premier contact. En el cine, la banda sonora nos invade por completo en un soplo que nos transporta a otro mundo. Utilizando una variedad de instrumentos, la música de Hans Zimmer crea tanto el exceso como la intimidad espiritual del misterio.

Así que la banda sonora nos habla de Dune. Cuando Paul inserta su mano en el Gom Jabbar, la música expresa el dolor latente. Cuando viajamos por el desierto de Arrakis y allí se producen enfrentamientos, la música se expande, se estira, tamborilea, se vuelve abrumadora, sugiriendo la inmensidad tan imposible de aprehender. Durante las escenas en el corazón de los edificios humanos, en sí mismos masivos, los sonidos comienzan a hacer clic como engranajes extraños y ancestrales. Estos clics se acentúan, volviéndose casi metálicos, y se suman a cantos intensos, cuando se trata de la profecía sobre Paul. Incluso hay determinados momentos en los que la atmósfera sonora adquiere una dimensión totalmente alucinatoria. Esto le permite a uno sentir la naturaleza ineludible, suprema y obsesiva de este aspecto profético de su búsqueda espiritual.

Si Hans Zimmer ya es conocido por sus composiciones de culto, firma con Dune su mayor obra maestra musical. Es el más incomparable y el que más logra encarnar la narrativa llevada a la pantalla. Así, además de las pinturas de Villeneuve y la interpretación de los actores y actrices, la música de Hans Zimmer llega para sublimar a Dune. Porque es tan fiel a la esencia del libro de Frank Herbert como el resto de la película.

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